Rebekah Rousi es una estudiante de doctorado de la Universidad de Jyvaskyla, en Finlandia, especialmente interesada en lo que hacemos en los ascensores. Durante su estancia en la ciudad de Adelaida, en Australia, realizó un estudio etnográfico con encuestas y una treintena de observaciones en los ascensores de los principales rascacielos y descubrió que existe un "claro orden social en la forma en que las personas se sitúan" y en el modo en que interactúan con los monitores y los espejos.
"En concreto", escribe Rousi, "los hombres mayores tienden a dirigirse al fondo de la cabina del ascensor, después se sitúan los hombres más jóvenes y a continuación las mujeres de todas las edades".
En cuanto a la mirada, Rousi descubrió otra diferencia llamativa. "Los hombres miraban las pantallas y miraban en los espejos a sí mismos y a los demás", asegura. "Las mujeres solían mirar las pantallas y evitaban contacto visual (salvo que tuvieran una conversación) y con los espejos". Solo cuando las mujeres viajaban con otras mujeres, describe, utilizaban los espejos y en las entrevistas aseguraban usarlos solo cuando estaban solas en el ascensor.
"Ahí es cuando empecé a pensar en la relación de poder", explica la investigadora en NPR. De alguna manera, especula, a los hombres mayores se colocaban en una especie de situación privilegiada desde donde pueden observar a todos los demás sin que les importe que les pillen mirando. Los más jóvenes, por su parte, se colocaban en una zona intermedia y las mujeres en la parte donde no tienen que cruzar la mirada con nadie.
En cualquier caso, se requieren más estudios porque la primera explicación parece demasiado simplista. "Puede que la gente más tímida se ponga en la parte frontal", dice, "donde no les pueden ver los otros usuarios, mientras que la gente más atrevida se pone atrás donde pueden ver a los demás".
El poder de la conformidad social
No es la primera vez que se analiza la psicología en los ascensores.Dario Maestripieri, de la Universidad de Chicago, asegura que mirar al techo en los ascensores y evitar la mirada es una respuesta automática e instintiva, programada en nuestro cerebro tras miles de años de evolución y supervivencia. Según su teoría, evitar la mirada - como sucede en los monos Rhesus con los que experimenta - evita los conflictos, y hemos desarrollado esta respuesta para no dar señales hostiles y evitar una pelea.
Otro factor que condiciona nuestras reacciones en un espacio social como los ascensores es el comportamiento del grupo. En los años 50, los experimentos conducidos por Solomon Asch demostraron que las personas somos capaces de cambiar nuestras respuestas en función de lo que hacen los otros. Un divertido experimento televisivo realizado en 1962 mostraba el poder del grupo sobre la persona a la hora de colocarse en el ascensor. En la prueba, varios actores entraban junto a un individuo en el ascensor y se ponían mirando al fondo o de frente alternativamente. Cuando estamos rodeados de otros, como se comprueba en el vídeo, tendemos a seguir el comportamiento del grupo y a eliminar nuestra individualidad.// La información
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