Cuando se piensa en la Unión Soviética, es difícil no pensar en algunas cabezas de los zares rodando, dando lugar a un gigantesco estado con fundamentos socialistas que se extendió por toda Eurasia desde 1922 y hasta 1991. No resulta poco común que también evoque a la Guerra Fría, consecuencia de la insólita e increíblemente volátil alianza con los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial – un marco cultural que ya debe haber servido de inspiración para más de una centena de películas sobre espionaje.
A grandes rasgos, la impresión que se tiene de la Unión Soviética es la de una conglomeración de estados increíblemente cerrada, con un estricto control en el flujo de la información, en la que prácticamente cualquier dato podría considerarse de máxima importancia – un argumento que da para pensar cómo Stalin habría lidiado con la Internet y con la moderna era de la “información”, no cabe duda de que habrían tenido su propia NSA.
Pero, ¿Qué tan bien la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) podía ocultar sus secretos? Con una eficacia ejemplar, sobra decirlo. Después de todo, ¿sabías que una de las mayores catástrofes nucleares tuvo lugar en territorio soviético?, ¿o que incontables ciudadanos murieron de hambre en la década de 1930? – situación que fue completamente maquillada antes de ser vendida a occidente.
Curiosamente, sin embargo, hay secretos que fueron tan bien escondidos… que ni los mismos gobernantes los conocieron al paso del tiempo. Por ejemplo, como una consecuencia de la tradicional “higiene” artística desempeñada por los sistemas totalitarios, gran parte de los artistas de la época pasó a pintar los ideales socialistas, dejando cientos de obras del arte pre socialista a su propia suerte. Si no fuera por un mecenas valiente (y astuto), no habría mucho de aquel material en nuestros días.
En fin, sin más preámbulos, dale un vistazo a 10 secretos guardados durante décadas en las arcas de la cultura de la URSS – según una lista realizada por el sitio ListVerse.
El mayor desastre nuclear (en la época)
Antes del reciente desastre de Fukushima, es probable que mucha gente tuviera como referencia principal de un desastre nuclear de proporciones épicas a la ciudad (hoy fantasma) de Chernóbil – en la que, en 1986, un reactor con problemas de funcionamiento liberó una nube radioactiva que terminó contaminando a los habitantes, animales y al medio ambiente de una vasta región en la zona.
Sin embargo, también es probable que pocas personas, incluso en nuestros días, mencionen el desastre ocurrido en Kyshtym, en 1957. Este se trató del mayor desastre nuclear hasta aquella fecha – aunque todo el problema fue debidamente maquillado y ocultado por la tradicional cortina de humo soviética.
De la misma forma que en Chernóbil, la ciudad de Kyshtym, situada en Rusia, sufrió las consecuencias de una serie de decisiones equivocadas que involucraron materiales nucleares. Específicamente, se trató de la implementación de un sistema de enfriamiento para desperdicios nucleares que no pudo ser reparado. De esta manera, cuando la fuga dio inicio, alguien no tuvo mejor idea que apagar el sistema de enfriamiento – después de todo, ¿quién demonios enfría algo en Siberia?
El resultado fue un tanque que llegó a unos 350 º C, desencadenando una explosión que lanzó por los aires 160 toneladas de concreto – provocando, abajo, el surgimiento de un cráter con casi 10 metros de profundidad. Además de eso, la nube radioactiva resultante de este accidente se extendió por 20 mil kilómetros cuadrados.
El resultado de esta catástrofe fue la demolición de las viviendas de 11 mil habitantestras una evacuación apresurada en el área, dado que una población aproximada a los 270 mil habitantes quedó expuesta a niveles peligrosos de radiactividad. Curiosamente, este hecho se mantuvo en secreto hasta poco después del desastre en Chernóbil. Aunque la CIA tuvo conocimiento durante la década de 1960, se dice que el gobierno estadounidense optó por minimizar el impacto de Kyshtym para no alarmar a la opinión pública, lo que iba en contra de la creciente industria nuclear americana.
El programa lunar soviético
Al margen de las supuestas teorías de la conspiración, hoy se entiende que los Estados Unidos fueron los primeros en colocar a un hombre sobre la superficie lunar. De hecho, fue en 1961 que el presidente John F. Kennedy anunció que la conquista de la Luna debería hacerse antes de que terminara la década – algo más que necesario para equilibrar la balanza, ya que los soviéticos habían sido los primeros en colocar un objeto en órbita, así como un animal y también a un ser humano.
Sin embargo, pese a la atmosfera de “competencia”, el hecho es que jamás se hizo un anuncio por parte de la Unión Soviética que estuviera relacionado con una posible carrera espacial – nadie en realidad sabía que la URSS intentaba, incesantemente, llegar con una nave tripulada al satélite natural de la Tierra. Se trata de un modus operandi clásicamente soviético: mantener todo en total secreto hasta el momento en que alcanzaban el éxito.
En realidad, el estado negó que existiera algún tipo de programa lunar hasta entrada la década de 1990. Previamente, una única pista fue localizada en 1981, cuando la sonda soviética Kosmos 434, lanzada en 1971, terminó entrando a la atmosfera terrestre sobre Australia. Temiendo la existencia de material nuclear, el gobierno australiano solicitó una aclaración – recibiendo como respuesta del Ministro de Asuntos Extranjeros que se trataba de nada más que una cabina lunar experimental.
Otros aspectos del programa lunar soviético también fueron ocultados. Por ejemplo, una prueba realizada en 1969 con trajes espaciales fue explicada por el gobierno como parte de la construcción de una estación espacial – mientras los soviéticos continuaban insistiendo en que no había planes de llegar hasta la Luna. De hecho, menos de una década después, en 1976, el programa fue definitivamente archivado, debido a la incapacidad de hacer frente a las seis misiones realizadas por los Estados Unidos.
Obras de arte escondidas en el desierto
En 1990, a un equipo de periodistas y diplomáticos se le presentó un museo escondido en la remota ciudad de Nukus (Uzbekistán). En el lugar había centenas de obras de arte que antecedieron al régimen de Stalin – en el que los artistas fueron obligados a utilizar sus talentos para reforzar los ideales del partido comunista.
Así, todo tipo de arte antecedente – denominada “arte burguesa decadente” – pudo haberse perdido si no fuera por el trabajo de un coleccionista de arte llamado Igor Savitskty. Este sujeto persuadió a los artistas y a sus familias para que le confiaran sus obras, que después envió a la ciudad, estratégicamente rodeada de regiones desiertas.
Sin embargo, se trata de una curiosa excepción a la regla. Después de todo, la valentía de Savitskty logró esconder algo del propio gobierno soviético – conocido por mantener secretos dentro de los secretos. Las obras se mantuvieron ocultas bajo la nariz del propio gobierno, siendo reveladas tan sólo cuando el marco político se volvió más seguro (con la caída de la URSS).
La muerte de un cosmonauta
Aunque poco tiene que ver con el abandono poético (y metafórico) del “Mayor Tom”, hubo por lo menos una muerte trágica de un cosmonauta ruso. En 1961, Valentin Bondarenko murió durante un ejercicio de entrenamiento. El suceso llegó a oídos occidentales 21 años después, hasta 1982 y, de hecho, no fue sino hasta 1985 que el público supo la historia.
Lo sucedido tuvo lugar durante una práctica de aislamiento en una cámara presurizada. Tras remover el sensor médico y limpiar su piel con alcohol, Bondarenko cometió el fatal error de colocar el pedazo de algodón utilizado sobre una plataforma caliente que era utilizada para preparar té.
El algodón se incendió y, al intentar apagar las llamas, el cosmonauta reaccionó utilizando las mangas del traje. En situación normal, la ropa ofrecería cierta resistencia al fuego. Sin embargo, gracias a la acción del oxígeno contenido en la cámara, el traje acabo rápidamente en llamas. Fueron necesarios dos minutos para abrir la puerta y rescatarlo. Pero fue demasiado tarde, en aquel punto Bondarenko ya había perdido los dos ojos y tenía quemaduras de tercer grado en todo su cuerpo – con excepción de las plantas de los pies.
Se cuenta que el pobre hombre suplicó, al final, “Mucho dolor… Hagan algo para detener el dolor”. El cosmonauta resistió 16 horas hasta que finalmente falleció.
Una de las peores hambrunas de la historia
Al comienzo de la década de 1930, la Unión Soviética atravesó por una hambruna de grandes proporciones. Como resultado de una serie de políticas desastrosas, millones de personas murieron debido a la falta sistemática de alimentos. Es algo difícil de esconder al mundo, ciertamente, a menos que la ignorancia y el desinterés internacional entren en juego.
El propio New York Times y otros medios prestigiosos de la época, terminaron por oscurecer la desgracia comprando un escenario pintando por el mismo Stalin y sus subordinados. De hecho, el gobierno llegó a organizar diversos paseos con extranjeros influyentes, todos ellos debidamente arreglados para dar la impresión de que la comida sobraba y que todos vivían en condiciones de abundancia en el estado soviético.
Sin embargo, cualquiera que se aproximara (hambriento) a las tiendas de conveniencia abastecidas para el teatro era inmediatamente detenido y encarcelado. En aquella ocasión, diversas personalidades influyentes atestiguaron que el hambre en la Unión Soviética no era más que un rumor. El Primer Ministro de Francia, tras su visita a Ucrania, declaró que se trataba de un “jardín en pleno florecimiento”.
Como en 1937 el censo aún era un asunto confidencial, los famélicos fueron debidamente ocultados. Aunque el número de muertos se equipare al del Holocausto, no fue sino hasta las últimas décadas que la hambruna ganó el status de crimen contra la humanidad.
El Ekranoplan
El primer dato del Ekranoplan fue obtenido por un espía de los Estados Unidos, dejando a los agentes norteamericanos boquiabiertos y haciendo que sus ingenieros se volcaran sobre sus tablas de cálculos. La foto mostraba un avión ruso aún en construcción, y los números lo dejaban claro: incluso con semejante envergadura, sería difícil que un avión acuático de aquel tamaño pudiera levantar vuelo – y, en caso de hacerlo, el resultado probablemente no sería el más agradable, era una burla.
Más tarde se supo que el “Monstruo del Mar Caspio”, como fue apodado por los estadounidenses, era en realidad un hibrido entre un navío y un avión, destinado a levantarse únicamente a unos cuantos metros, con la finalidad de evadir porciones de tierra o agua.
Pese a la enorme inyección de recursos por parte del gobierno soviético y a la proporción del proyecto, el tema fue mantenido debidamente oculto. Toda esta estructura podría fácilmente cargar a centenas de tropas y algunos tanques y viajar bajo el área de detección de los radares a una velocidad de casi 400 km/h.
Se trataba de una maquina dos veces mayor que un Boeing 747, con ocho motores y más de seis ojivas nucleares debidamente organizadas en la superficie. De repente, burlarse del Ekranoplan ya no parecía tan divertido.
El peor desastre con un cohete de la historia
De la misma forma que en cualquier país, las decisiones militares de la Unión Soviética frecuentemente requerían reducir al mínimo la intervención humana y los insumos. Sin embargo, una elección equivocada en potencial terminó por desencadenar lo que hoy se conoce como el peor desastre que involucra a un cohete en la historia de la humanidad.
El 23 de octubre de 1960, un grupo de militares soviéticos se preparaba para probar un nuevo cohete y, como es natural, ultra secreto. El R-16 empleaba un tipo diferente de combustible y, para llevar a cabo las últimas pruebas, había todo un panel de técnicos a su alrededor. En esos momentos la estructura comenzó a gotear ácido nítrico.
Aunque la solución más razonable pareciera evacuar a todos los presentes del lugar lo más rápido posible, el encargado del proyecto, comandante Mitrofan Nedelin, resolvió que lo mejor sería reunir a más gente en el lugar en un intento por detener la fuga. Cuando la inevitable explosión tuvo lugar, todo el equipo murió en cuestión de segundos.
De hecho, quien no murió por efecto directo de la explosión, terminó quemado hasta los huesos pues sus pies estaban pegados al suelo – el calor generado fue tanto que incluso llegó a derretir el concreto del asfalto. El resultado: más de 100 personas muertas.
Obviamente, la maquinaria mediática de la URSS apareció rápidamente para informar daños menores. El propio Nedelin, por ejemplo, fue dado por muerto en un accidente aéreo – mientras que la noticia de una explosión masiva terminaba por adquirir el status de rumor por toda la URSS.
Fue hasta 1989 que la verdadera información sobre el accidente vio la luz pública, hecho que terminó en la construcción de un obelisco en homenaje a los muertos… en el que no se incluyó a Mitrofan Nedelin. Aunque oficialmente se le consideró un héroe, no falta quien lo recuerde por su faceta menos admirable.
Pruebas con armas biológicas al aire libre
En 1948, la Unión Soviética dio apertura a un nuevo proyecto ultra secreto que involucraba armamento biológico. En algún punto del Mar de Aral, existía una isla completa convertida en laboratorio, de donde deberían surgir versiones utilizables del ántrax y de la peste bubónica. Posteriormente, en 1971, el laboratorio también pasaría a hacer pruebas con la varicela, llevando a cabo una prueba al aire libre.
Una vez activada, la estructura desencadenó un brote inmediato de varicela, dejando a 10 personas enfermas, tres de las cuales murieron. Además, otras decenas más acabaron en cuarentena y miles tuvieron que ser vacunadas en el transcurso 15 días. Este evento no se hizo público sino hasta el 2002, y pese a la vasta documentación relacionada con el hecho, Moscú jamás llegó a reconocer la existencia de tal desastre.
Ciudades secretas
Al sur de Rusia, hay una ciudad que no aparece en ningún mapa. De hecho, ni siquiera existen caminos que lleven a Ozyorsk, aunque el municipio se sitúe a poco más de 80 km de Chelíabinsk.
Y aunque ahí habitan decenas de miles de personas, Rusia sólo la reconoció como ciudad hasta 1986. Sucede que la ciudad albergaba una planta de procesamiento de combustible nuclear – algo, lógicamente, considerado de suma importancia estratégica para el gobierno soviético. De hecho, fue aquí que tuvo lugar la infame explosión de 1957. Sin embargo, la ciudad más cercana, Kyshtym, terminó por llevarse el terrible crédito… ya que, bueno, no deberían ocurrir explosiones en ciudades que no existen.
Pero Ozyorsk no fue única. De hecho, hoy se sabe que decenas de ciudades fueron mantenidas en secreto por la Unión Soviética, siempre por motivos de estrategia. Hasta el momento, 42 ciudades secretas fueron descubiertas, y se cree que Rusia mantiene escondidas cuando menos otras 15 más.
Los habitantes de estos lugares, como es de esperar, no tienen mucho interés en mudarse, pues generalmente en estos municipios se encuentran los mejores víveres, las mejores escuelas y un mejor conjunto de comodidades. ¿Visitantes? Bueno, se dice que cualquiera que ponga la cara por estos lugares acaba gentilmente escoltado hasta los límites de la ciudad – custodiados a tiempo completo.
Obviamente, debido al status actual de interconexión incluso entre las partes más remotas del planeta, mucha gente ha optado por regiones más cosmopolitas. Pero aun así, muchas de estas ciudades tienen importancia vital en la logística rusa, ya sea para servir como hangar de flotas navales o para producir armas basadas en tecnología nuclear.
La masacre de Katyn
Con la Segunda Guerra Mundial en pleno auge y con la improbable alianza entre la Casa Blanca y el Kremlin volviéndose una necesidad, muchas decisiones potencialmente controversiales tuvieron que tomarse. Por ejemplo, aquella que se refiere a la ocultación – o negación – sistemática de la muerte de 22 mil prisioneros polacos a manos del ejército soviético.
Oficialmente, los aliados atribuyeron la muerte a los nazis – lo que obviamente parecía lo más conveniente. Pese a las constantes protestas del gobierno alemán, el reconocimiento de los verdaderos autores del crimen no se hizo sino hasta 1990. Vale aclarar que tal estafa histórica sólo fue posible gracias al contubernio de los principales jugadores de la Segunda Guerra Mundial.
Por parte del Reino Unido, Winston Churchill atestiguó que “el gobierno de Su Majestad no tenía la intención de atribuir la autoría de los eventos a cualquiera que no fuera un enemigo común” – aunque, en privado, haya admitido una gran probabilidad de una autoría bolchevique, cuyas tropas consideraba “muy crueles”.
Por parte de los Estados Unidos, Franklin D. Roosvelt tampoco mostró interés por atribuir culpa alguna al gobierno de Stalin. Incluso la propuesta de la Cruz Roja Internacional para constituir un tribunal independiente fue fuertemente contenida por los gobiernos de ambos países.// Marcianos MX (COM)
Excelente post amigo,dejo mi articulo sobre el mismo tema por si es del interes de alguien.saludos!
ResponderEliminarhttps://guerrasdetumundo.blogspot.com.ar/2018/02/Urssquefuelogros.html
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