En su entrada en el siglo XXI, China se ha teñido de un color que está empañando su desarrollo económico: el gris de la contaminación. En las ciudades del norte del país, los ciudadanos se han acostumbrado a respirar un aire que puede llegar a ser hasta 20 veces peor de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero, ¿cuáles son las razones de que China esté tan contaminada? Un análisis de su estructura económica, incentivos políticos y modelo energético nos permite descubrir la explosiva combinación que está causando estragos en el medio ambiente.
Desarrollo Económico. La raíz de los problemas medioambientales de China se encuentra en su espectacular crecimiento económico. Durante 35 años, el país ha incrementado su Producto Bruto Interno (PBI) a una media anual cercana al 10%, sobre todo por el empuje de la inversión, la industria y la construcción de infraestructuras. Gracias a eso, los ciudadanos han aumentado su poder adquisitivo, se han mudado a las ciudades y se han lanzado a comprar lavadoras, televisores, aires acondicionados y teléfonos móviles.
El problema es que para todo eso se necesitan materias primas capaces de generar energía. Sólo entre 2000 y el 2012, la electricidad consumida en el país se multiplicó por más de cuatro. China es desde 2010 el mayor consumidor de energía del planeta. Las dimensiones del crecimiento económico chino no tienen precedentes en la historia de la humanidad, como tampoco lo tienen el aumento del consumo, la demanda de energía y la huella ecológica que ese desarrollo está dejando a su paso.
Dependencia del carbón. El desarrollo económico no sería un problema (al menos no tan grave) si China no dependiera de uno de los fósiles más contaminantes: el carbón. En 2012, en torno al 70% de la energía del país se generó a partir de este combustible. El gigante asiático consume casi la misma cantidad de carbón que el resto del planeta junto. Son esas plantas de carbón, que ponen en marcha la segunda economía del mundo y calientan e iluminan a más de 1.300 millones de personas, las que emiten al aire óxidos de azufre, gases tóxicos y CO2.
El gobierno está intentando reducir el consumo de carbón y China es el país del mundo que más invierte en energías renovables, pero la dependencia de este fósil va a continuar durante las próximas décadas. Además de ser el único recurso energético con el que el país cuenta en abundancia, se trata de un combustible barato, estable y fácil de utilizar a gran escala.
Baja eficiencia energética. China no sólo consume muchas materias primas, sino que además lo hace de forma poco eficiente. Para generar la misma riqueza que naciones como Reino Unido, Alemania o Japón, el país asiático necesita entre dos y tres veces más de energía.
Uno de los motivos de estas diferencias es tecnológico. La maquinaría de las empresas, los filtros de las plantas de carbón o las redes de distribución de electricidad no siempre cuentan con la tecnología más avanzada. La falta de aislamiento de los edificios y fábricas, así como la utilización de materiales de mala calidad en la construcción, también contribuyen a esa baja eficiencia energética del país.
Potente industria pesada. Si las economías de los países desarrollados giran en torno al sector servicios, China todavía cuenta en sus fronteras con un enorme sector industrial (en 2013 supuso el 44% de su PBI). Aquí se incluyen industrias muy contaminantes e intensivas en energía, como la industria del acero, el cemento o la química, que son fundamentales para la construcción de viviendas e infraestructuras. Según los análisis realizados en el aire de Pekín, en torno a un 40% de las partículas contaminantes PM 2.5 proviene de este tipo de industria pesada, muy presente en todo el norte del país.
Made in China, contaminando para los demás. Al abandonar los países desarrollados, las multinacionales no sólo han deslocalizado fábricas, sino también contaminación. Todo aquello que ya no elaboran las naciones ricas lo produce ahora China, con leyes medioambientales menos estrictas y menor nivel tecnológico, aumentando las consecuencias para el ecosistema. El sector de la exportación ha sido tan importante para el país asiático que en 2007 las exportaciones equivalían al 57% del PBI.
El transporte. Además de la industria pesada, el otro gran responsable de la mala calidad del aire que respiran los chinos es el transporte. Según los estudios realizados en Pekín, el 30% de las partículas contaminantes proviene de los vehículos, sobre todo de los grandes camiones de mercancías.
China cuenta con unas 150 ciudades que superan el millón de habitantes, las cuales tienen que abastecerse de alimentos, productos de consumo y materiales para la vida diaria. También es necesario transportar el carbón desde las regiones interiores de Mongolia Interior, Shanxi y Shaanxi hasta las zonas consumidoras de energía del este del país. Todo ese transporte de mercancías, unido al tráfico privado (China es el mayor mercado automovilístico del mundo), se produce con una gasolina menos refinada y vehículos que no cumplen con estrictas medidas medioambientales.
Problemas para aplicar la ley. La legislación medioambiental china es menos estricta que la de los países europeos y no siempre se cumple. Hacerlo implica más gastos para las empresas, que en muchas ocasiones saben cuándo se realizan las inspecciones en las fábricas y se preparan para ellas (o sencillamente sobornan a las autoridades).
El resultado, una vez más, es catastrófico: el propio ministerio del Medio Ambiente ha reconocido que el 40% de los ríos del país está seriamente contaminado, en su mayor parte por los residuos y aguas tóxicas que las fábricas vierten en ellos.
Falta de incentivos políticos. Hasta ahora, la clave para el ascenso político en China ha estado siempre en el desarrollo económico. Los cuadros locales han sido juzgados por los indicadores de crecimiento, inversión y empleo, sin contar con ningún tipo de incentivo para la protección del medio ambiente (algo que ahora está empezando a cambiar). Desde el punto de vista de un ambicioso gobernador local, para su carrera política siempre ha sido mejor invertir en carreteras y centros comerciales que en los anquilosados sistemas de drenaje o la mejora de la recogida de basura.
En este sentido, el ministerio del Medio Ambiente tampoco cuenta con suficiente poder en el gobierno central como para defender sus iniciativas. A la hora de aprobar políticas medioambientales, casi siempre ganan las apuestas a favor del crecimiento económico del Consejo de Estado y la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma.
La batalla contra las empresas energéticas. Aunque las grandes compañías energéticas son propiedad del Estado, lo cierto es que autoridades y empresas no siempre se ponen de acuerdo a la hora de modernizar las infraestructuras y reducir el daño medioambiental. El gobierno ha querido romper monopolios y crear incentivos de mercado, pero las compañías no siempre están dispuestas a perder poder y a realizar inversiones millonarias que sólo recuperarán a muy largo plazo.
Uno de los ejemplos más claros se ha producido con las dos grandes petroleras, Sinopec y China National Petroleum Corporation (CNPC). El Gobierno les lleva pidiendo desde hace años que reduzcan el contenido de azufre y mejoren la calidad de su gasolina, pero éstas se las han arreglado para retrasar lo máximo posible la medida. Finalmente, las autoridades se han fijado 2017 como la fecha límite para implementar la medida.
Poca concienciación medioambiental. Como en otros países en vías de desarrollo, en China la protección del medio ambiente se ha considerado hasta hace poco como un lujo al que había que renunciar a favor del crecimiento económico. Había pocas ONG centradas en asuntos ecológicos en el país, la cuales no contaban con mucho poder de movilización y se veían casi siempre limitadas al ámbito local. Sin presión social, gobiernos y empresas podían contaminar a su antojo sin preocuparse demasiado por las consecuencias.
En los últimos años, sin embargo, las clases medias de las grandes ciudades han comenzado a organizarse para exigir un mayor respeto por el medio ambiente. La contaminación se ha convertido en un problema tan evidente y cercano que ya nadie puede mirar para otro lado. Tal vez este puede ser el punto de inflexión que necesita el país para hacer frente a los complejos factores económicos, energéticos y políticos que causan la contaminación en China.// Hoy Día (AR)
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