Ahora, más que nunca, el mundo se puede beneficiar de las lecciones contemporáneas de los Diez Mandamientos.
por Rav Benjamín Blech
1. Yo soy el Señor tu Dios…
Vivimos en una época de relativismo cultural. El secularismo ha convertido a la moralidad en una preferencia personal.
El pecado, la maldad y las afrentas son palabras que han perdido todo significado en un mundo donde no hay verdades absolutas. Pero en cambio, la crítica a las acciones depravadas es condenada por su fanática falta de tolerancia.
¿Cómo pasó esto? Dostoievski lo entendió bien cuando escribió enLos hermanos Karamazov: “Sin Dios, todo está permitido”.
“Yo soy el Señor tu Dios” es el primero de los 10 Mandamientos ya que sin él como número uno, no hay nada. De la misma forma, sin una creencia en Dios, la humanidad pierde su fundamento para actuar como seres nobles que fueron creados a imagen de lo Divino.
2. No tendrán otros dioses delante de Mí…
Adoramos dioses falsos cuando nuestros héroes no son elegidos por sus valores sino por su riqueza. Idolatramos a las personas ricas y buscamos tener vidas que llenarán nuestra cuenta bancaria pero que dejarán nuestro espíritu vacío.
Inculcamos en nuestros hijos el objetivo del éxito, y luego lo definimos de forma tal que los deja espiritualmente insatisfechos.
Si comparamos los salarios de nuestros educadores y nuestros líderes espirituales con los de los grandes empresarios, las estrellas del mundo del deporte y las figuras famosas del espectáculo, entonces podremos discernir con gran facilidad qué se valora más en el mundo hoy en día.
Creer en Dios requiere que rechacemos todos los falsos dioses de nuestra sociedad, que sólo buscan callar la voz de nuestra conciencia y las emociones de nuestra alma.
3. No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano
Es más que trágico cuando el mal se hace en el nombre de Dios. Es un crimen que mancilla toda religión ya que le atribuye maldad a Dios.
Este tercer mandamiento es descaradamente violado por todos los actos de terrorismo que son supuestamente cometidos en el nombre de Dios.
Ninguna persona verdaderamente devota podría creer alguna vez que un Dios bueno aprobaría poner explosivos en la línea final de una maratón para que corredores inocentes queden con las piernas amputadas y para mutilar o asesinar a algunos inocentes observadores. Ningún verdadero sirviente de Dios difamaría alguna vez Su santo nombre usándolo para justificar los ataques terroristas y los horrendos asesinatos que se convirtieron en los ejemplos del fanatismo religioso del siglo XXI.
Dios nos ordenó claramente nunca usar Su nombre para el mal o para justificar la maldad.
4. Recuerda el Shabat para santificarlo
Shabat es mucho más que un día de descanso. Seis días a la semana nos ocupamos del mundo que nos rodea. Esos son los días de las seis direcciones: este, oeste, norte, sur, arriba y abajo. El séptimo día nos hace mirar hacia adentro, es un día para ocuparnos de nuestro ser interior.
Durante seis días ponemos el énfasis en nuestro cuerpo; el séptimo día le pertenece a nuestra alma.
Shabat, un día dedicado a una perspectiva más elevada de nosotros mismos, nos permite entender cuál es el propósito de nuestros esfuerzos.
El floreciente mundo de la tecnología no ofrece ni descanso ni tiempo para introspección. El ataque incesante de emails, mensajes de texto y la navegación por internet son ‘armas de distracción masiva’.
¿Podremos alguna vez frenar su aparentemente ilimitado control sobre nuestras vidas?
La ley de Shabat nos dice que esto no sólo es posible, sino obligatorio. Shabat no sólo nos permite reencontrarnos con Dios, sino también nos permite reencontrarnos con nosotros mismos.
5. Honra a tu padre y a tu madre…
Se dice que hoy en día la gente le teme más a la vejez que a la muerte.
“Edaísmo” es la palabra que ha sido acuñada para identificar a las sociedades que tienen un estereotipo negativo de los ancianos. Cuando la Torá habló de “los ancianos de Israel”, lo hizo con la intención de alabar a quienes tenían una mayor sabiduría. Pero hoy en día relacionamos a la vejez con un período de incompetencia y de deterioro físico y mental. Por lo general, ser anciano en nuestra cultura no es más que una maldición.
Pero eso está muy lejos de la visión de la Torá, la cual exige respeto hacia los mayores y honor a los padres. ¿Cómo puede ser que los adolescentes de hoy en día estén tan seguros de saber mucho más sobre la vida que quienes los educaron? ¿Por qué todo niño tiene automáticamente derecho a recibir absolutamente todo de sus padres pero, años después, cuando los padres necesitan ayuda, suelen negarles la ayuda que ellos les dieron tan libremente a sus hijos?
Honrar a los padres aparece en la misma tabla que fue designada para los mandamientos entre el hombre y Dios. ¿Por qué? Nuestros sabios responden que, al igual que Dios, nuestros padres también tomaron parte en nuestra creación.
6. No matarás
Asesinar está prohibido, independientemente de cuál sea el motivo. El siglo XX atestiguó la legitimación del asesinato con motivos raciales. Sólo los arios de pura sangre recibían el derecho a vivir de los líderes del Tercer Reij alemán. El siglo XXI encuentra a la civilización nuevamente amenazada por quienes justifican el asesinato en base a convicciones religiosas. Esas dos amenazas a la supervivencia de la civilización estaban claramente consideradas y prohibidas por el sexto mandamiento.
7. No cometerás adulterio
Hubo un tiempo en que la gente entendía que el matrimonio significaba compromiso y que la promesa de fidelidad mutua era el mayor garante de la felicidad de por vida.
Hubo un tiempo en que la gente entendía que el amor verdadero era un prerrequisito necesario para la intimidad y que kidushín, la palabra hebrea para matrimonio que significa santidad, era la forma ideal de describir la unión perfecta entre un hombre y una mujer.
Hace falta mucho coraje para desafiar a una cultura que valora la promiscuidad sexual y que glorifica la obsesión con la pornografía. Nuestra sociedad le enseña a nuestra juventud a creer que el placer físico es el mayor bien que hay y que ser sexualmente atractivo es más importante que el carácter, la inteligencia y que cualquier otro logro humano. Desde el sexo casual hasta las uniones adúlteras, el mundo occidental contemporáneo ha cambiado el séptimo mandamiento por el libertinaje y la inmoralidad, teniendo que pagar el inmenso costo de hogares destruidos, fantasías incumplidas y el sufrimiento que surge de violar las leyes divinas que Dios nos enseñó para alcanzar la verdadera felicidad.
8. No robarás
Para el Talmud, robar significa mucho más que tomar la propiedad de otra persona. Les robamos a otros siempre que no vivimos a la altura de nuestras obligaciones, siempre que no damos todo lo que tenemos que dar por cualquier trabajo pagado.
No sorprende que los sociólogos nos digan que el robo se ha convertido en un problema social de proporciones epidémicas. Una agencia estadounidense ha calculado que “el robo de tiempo le cuesta a la economía norteamericana 70.000 millones de dólares al año”. Robo de tiempo se define como las acciones deliberadas de empleados que resultan en el creciente y masivo mal uso y pérdida de tiempo. Cosas que se consideran robo de tiempo son: llegar tarde al trabajo, irse temprano, tomarse injustificadamente días libres por enfermedad, socializar más de lo apropiado con los trabajadores, convertir el rincón de agua y café en un lugar de conversación, no prestar atención a lo que se está haciendo, leer novelas y revistas en el trabajo, hacer negocios privados o para un tercero durante el tiempo de trabajo, almorzar en la oficina y luego tomarse el recreo para el almuerzo, realizar demasiadas llamadas personales, fantasear durante el tiempo de trabajo, tomarse muchos recreos para café o snacks, etc.
Más allá de cuál sea la naturaleza de nuestro trabajo, si no somos lo suficientemente conscientes para dar lo mejor de nosotros mismos, entonces probablemente estaremos violando el octavo mandamiento.
9. No brindarás falso testimonio
Las palabras son armas. Pueden curar pero también pueden matar. Dar un testimonio falso está en la misma tabla que el pecado del asesinato. Asumir que el mandamiento se refiere sólo al testimonio que uno dé en una corte es un error. Es mucho más frecuente que se cometa este pecado de forma diaria mediante el habla dañina, chisme y rumores maliciosos.
Las palabras pueden destruir reputaciones y matar amistades. Pueden herir a las víctimas con sus crueles púas con mayor severidad de lo que lo haría una sentencia de prisión dada por un juez en una corte.
El chisme es como una cloaca social para los oídos. Sin embargo, nuestra cultura lo convierte en el principal objetivo de la prensa y en un tema constante de nuestras conversaciones. Para la Torá era más que un pecado: era una enfermedad, una enfermedad similar a la lepra que requería que los culpables fueran castigados con aislamiento.
Siempre es buena idea recordar el famoso aforismo de Eleanor Roosevelt: “Las grandes mentes discuten sobre ideas, las mentes promedio discuten sobre eventos y las mentes pequeñas discuten sobre personas”.
10. No codiciarás
Éste es el último mandamiento y los comentaristas explican que es el que conlleva el mayor nivel de santidad. No sólo exige que controlemos nuestras acciones y nuestra habla, sino también nuestros pensamientos. Se refiere a un defecto humano universal que obviamente podemos superar, ya que de otra manera, no sería un mandamiento.
Si el deseo de algo está basado en una necesidad, entonces cumplirlo trae satisfacción. Sin embargo, si el objetivo es simplemente tener más que el resto, entonces estaremos destinados a la desilusión y a tener cada vez una insatisfacción más grande. Siempre hay alguien que tiene algo que nosotros no tenemos, lo cual es suficiente para despertar en nosotros la envidia y evitar que estemos satisfechos con lo nuestro. Es por eso que la codicia consume a quien la siente.
En el sentido más profundo, quienes codician no logran reconocer la poderosa verdad de que en este mundo hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero que nunca habrá suficiente para satisfacer la codicia de la gente.
Shavuot nos trajo el regalo de los Diez Mandamientos. Ningún otro resumen de leyes ha encapsulado con tanta brillantez una receta para vivir una vida que sea tanto satisfactoria a nivel personal como gratificante a nivel espiritual. Y ciertamente esa es la razón por la cual fueron dictados como mandamientos y no como sugerencias.
Publicado: 1/6/2014// Logos 77 (WordPress)
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