Desde este rincón del oeste del imperio se mueven los hilos del futuro del globo. Casi en cada esquina hay una oportunidad, un intento deliberado de cambiar el mundo. San Francisco y sus alrededores rezuman creatividad, tecnología, innovación, modernidad, una forma diferente de pensar. De toda esa revolución digital han surgido conceptos como Facebook, Netflix, Apple, Twitter, Tesla, Google o Yahoo, inmensas fortunas que de alguna forma se han traducido en arte y en revolución.
El Museo de Arte Moderno de San Francisco (MOMA) que ahora reabre sus puertas es un visible exponente de toda ese ansia de liberación, de la necesidad de alimentar el espíritu más allá de la clásica productividad estadounidense. Aunque Neal Benezra, el director del museo, dice que aún le queda mucho joven empresario de Sillicon Valley por cortejar, no hay duda de que parte de los 610 millones de dólares recaudados para la ampliación del museo han surgido de ese sonoro boom financiero.
El resultado es atronador: un gigante blanco acorde con los tiempos que corren, donde el edificio y la arquitectura compiten con lo que luce colgado de sus paredes en el interior, a base de grandes techos, poderosas entradas de sol e integración con la naturaleza. En el patio del tercer piso, lo que antes era una pared gris colindante con aparcamiento párking elevado, es hoy una suerte de jardín botánico con 19.000 plantas en busca de luz natural, todas oriundas de California.
A partir de este sábado, sus 21.000 metros cuadrados albergarán la mayor colección de arte donado del mundo -el 95% de lo que exponen es cedido-, convirtiendo al MOMA en el museo de arte moderno más grande de Estados Unidos. Hacen falta al menos dos días para recorrer bien sus siete pisos llenos de obras de Matisse, Pollock, Picasso, Calder o Hopper, del talento inmenso de Andy Warhol, del descaro de Roy Lichtenstein o del minimalismo de Mark Rothko.
"El mundo tiene que venir a ver esto", explica el fenómeno de Wall Street y presidente de la junta de administración del museo, Charles Schwab. "Tenemos la mayor cantidad de arte donado del mundo, y ahora podremos compartirlo con otros". Por eso, la nueva política del museo incluirá la entrada gratuita para menores de 18 años y la primera planta, con obras monumentales de Richard Serra, abiertas de forma permanente sin cobrar un centavo.
"El nuevo concepto de los museos del siglo XXI se basa precisamente en eso, en el acceso, la apertura, la transparencia y la bienvenida al público", explica Benezra. Asegura que lo han logrado al integrar el edificio original, diseñado por Mario Botta, y la ampliación de la firma noruega Snøhetta, blanco, ondulado, imponente."No lo hemos expandido para impresionar en cuestiones de tamaño, sino por necesidad de expresión. Después de Nueva York, San Francisco tiene las mejores colecciones privadas del país".
Empezando por la joya de la corona, la colección de Doris y Donald Fisher, con más de 1.100 trabajos y 185 artistas que ahora respira mejor que nunca con tanta nueva pared. Sólo para Calder hay una sala completa con sus esculturas en pos de equilibrio. Un poco después, desfilan las piezas de Salvador Dalí, Joan Miró, Yves Tanguy, Anselm Kiefer, Agnes Martin o Gerhard Richter, por nombrar algunos.
En la cuarta planta, impresiona el Double Elvis de Warhol, una obra por la que se pagaron 37 millones de dólares en 2012 en una subasta en Sotheby's. Aparece colgado junto a una cadena de retratos de Elizabeth Taylor del mismo autor. Y en el tercer piso, 17.800 trabajos fotográficos, el espacio más grande dedicado a esa clase de expresión artística por un museo.
"El momentp creativo que vive San Francisco y toda esta parte del país es indudable", explica Benezra. "Esto solo es una extensión del fenómeno que estamos viviendo". Arte de peso en una costa Oeste que también quiere marcar la pauta en lo cultural, ser una civilización superior.// El Mundo
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