Aunque suene a tópico, Isla Mauricio es el paraíso en la tierra: deportes acuáticos, naturaleza volcánica, un toque cosmopolita en la capital y hotelazos con alma africana.
Hay cosas, dice DTLux.com, que se deben hacer una vez en la vida, y una de ellas es dejarte querer en un hotel de lujo, como The Residence. A 48 km del aeropuerto, un chófer te recoge y en una hora te deja a las puertas del edén. El hall de The Residence es espectacular, allí te agasajan con un fresco cóctel de bienvenida.
Todas las habitaciones tienen servicio de mayordomo. El hotel dispone de playa privada y de varios restaurantes que se proveen de pescado fresco directamente de los barcos de pescadores que atracan en la playa al atardecer con la captura del día.
Un mar plácido
Alrededor de Isla Mauricio hay una barrera de coral gracias a la cual el salvaje Océano Índico se transforma en una amable laguna de agua azul turquesa y fondos de arena blanca, plácidamente poblada por esos peces de colores y formas caprichosas.
Una barca del hotel te deja en medio de la laguna con el equipo adecuado, para que te montes tu propio documental. No tienes que temer por los siempre incómodos tiburones, que nunca atraviesan la barrera de coral, pero sí por los corales, multicolores pero cortantes.
Hay otras actividades a tu alcance. La más divertida es el paracaidismo acuático, tan fácil como fugaz. Y la más cómoda, la excursión en catamarán hasta la paradisiaca isla de los Ciervos y la cascada del Grande Riviere.
Ciudad africana, naturaleza vólcánica
El concepto ciudad en África suele ser sinónimo de caos e intranquilidad. Sin embargo, Port Louis, capital del país, aún siendo 100% africana, no asusta. Su mercado central es tan pintoresco como caro y apenas se puede pasear tranquilo, así que lo mejor es salir a las calles buscando la decadente arquitectura colonial y el transcurrir de la vida en Chinatown o la Place d’Armes.
El paseo acaba en el Caudan Waterfront (restaurantes, tiendas, museos y hasta un casino), el punto de encuentro de la gente más chic de la ciudad, un mundo muy diferente al del popular barrio del mercado, tan sólo separados por una autopista.
La tierra de Mauricio es negra y fértil, aunque plagada de piedras que un día escupió la Tierra y que para cultivar la caña de azúcar o el sabroso té con aroma a vainilla hay que retirar. Esa misma explosión causó generosas formas montañosas junto a una gran planicie.
Hay montañas que recuerdan a un león sentado, a un par de pechos de mujer... la imaginación es libre. El sur de la isla es donde la naturaleza se muestra más pura, allí podrás ver intactos bosques autóctonos, gargantas y cascadas verticales, picos y acantilados.
La gente: mezcla y armonía
La mezcla de razas y religiones se conjugan muy bien en este joven país que nunca ha practicado la guerra, ni siquiera para independizarse en 1968. En la ciudad parecen vivir en armonía chinos comerciantes, indios de fe hindú y musulmana y cristianos de raza blanca y negra.
El lugar con más paz de la isla es el Grand Bassin, un lago al que acuden los hindúes a hacer sus rezos y ofrendas a pintorescas deidades que parecen sacadas de una película de Bollywood. Otro lugar mágico, aunque totalmente profano, es el acantilado de Gris Gris, uno de los pocos tramos de costa sin arrecife. Aquí se viene a ver caer el sol mientras las olas golpean con fuerza la piel de este paraíso índico// 20minutos.es
Publicar un comentario
Todo comentario se agradece, además es no permite seguir trabajando.